martes, 25 de junio de 2013

Situación de la mujer bereber I

Introducción 

Pretender ofrecer una visión única y globalizadora de la mujer bereber nos llevaría a un retrato parcial de su realidad debido a la heterogeneidad cultural en la que se desarrolla. Son múltiples los factores que nos impiden considerarla como una entidad homogénea o única: no solamente es su adscripción a diferentes marcos geográficos lo que infiere en esta diversidad; los diferentes momentos de su ciclo vital y la edad, su nivel de instrucción, su pertenencia a un hábitat rural o urbano son, entre otras, circunstancias que conforman las diferentes realidades de las mujeres bereberes. 
En este artículo centraremos la atención en las representaciones simbólicas y patrones culturales que conforman la conceptualización de las mujeres bereberes a lo largo de su ciclo vital en las sociedades tradicionales. Por otro lado, no es objetivo de este escrito establecer comparaciones entre las mujeres bereberes y las mujeres árabo-musulmanas del Magreb: todas ellas comparten la misma estructura patriarcal, agnática y patrilineal, además de su confesión al Islam, circunstancias que permiten extrapolar gran parte del contenido de este artículo al segundo grupo de mujeres, a excepción del capítulo referido al derecho consuetudinario bereber. 
Hemos diferenciado dos grandes áreas geográficas para contextualizar este intento de análisis de las mujeres bereberes: 

  1. Las sociedades del Tell, esto es, el Rif marroquí y la Cabilia argelina. 
  2. El sur magrebí, que comprende el Aurés en Argelia y las cadenas montañosas del Medio y Alto Atlas marroquí. 

El análisis de las mujeres bereberes saharianas, las conocidas touaregs, no será objeto de este artículo, debido a sus particularidades culturales, claramente diferenciadas de la población femenina bereber que habita los sistemas montañosos magrebíes, por lo que requeriríamos un espacio más amplio del que aquí disponemos. 

Las mujeres: representantes del honor y la moral familiar 

Toda la vida social bereber está estructurada en torno a un concepto fundamental para la comprensión de las relaciones entre sexos: el honor o nnif familiar. 
La necesaria preservación de esta cualidad moral se erige como base de la cohesión familiar y social, instituyendo a los hombres del principio de autoridad para ejercer un férreo control sobre todos los miembros de la familia y, especialmente, sobre las mujeres, que se consideran como los pilares de la moral y la vida privada familiar. 
El comportamiento de las mujeres del núcleo familiar revierte directamente en el prestigio social del patrilinaje. Consecuentemente, en el seno de este sistema social, "la mujer se verá abocada al papel de madre y esposa, responsable del honor del padre y la perpetuación de su nombre, considerándola un objeto prohibido para los demás" ( MARTIN MUÑOZ, 3)
La interiorización desde la infancia de conceptos tales como Ihya (pudor), Horma (respetabilidad), Qdâr (infundir respeto) o Hachuma (vergüenza) posibilita el aprendizaje del estricto código de conducta que les permitirá el desempeño de los roles que el patrilinaje le tiene destinados: ser una madre fecunda y una fiel esposa. 
La filiación agnática de las sociedades bereberes determina el rígido control sobre la sexualidad de las mujeres; los hombres necesitan disponer de las facultades procreadoras de estas con el fin de asegurar la legitimidad y la continuidad del linaje. El único vehículo para garantizar la paternidad es el control de la fecundidad femenina y, hasta su culminación a través del matrimonio, las mujeres bereberes deben preservar la más importante de sus posesiones: la virginidad... 
Institucionalizada como un valor cultural, religioso e ideológico, el mantenimiento de la virginidad de las mujeres del grupo hasta su matrimonio, se erige en el principal garante del honor familiar. "las niñas (y más tarde, las jóvenes) representan un peligro para el patrilinaje, en el que solo figuran a título provisional, pues destinadas a salir de la familia para integrarse en otra, serán embajadoras, representantes del linaje, que será juzgado a través suyo. Por eso el honor de la familia depende de las niñas, que constituye su punto débil" (LACOSTE-DUJARDIN, 1993:63)
El imaginario bereber naturaliza esta relación jerárquica al conceder, a la naturaleza femenina, el poder de fitna —palabra árabe que significa poder de seducción, subversión, desorden y anarquía— unido al kayd, forma de inteligencia esencialmente femenina y consagrada a la destrucción calculada del sistema. De este modo, son consideradas como un verdadero peligro potencial que amenaza la integridad de los hombres y la estabilidad de la sociedad. El combate, entonces, pasa por el aislamiento-la reclusión en el ámbito doméstico y el matrimonio-que le sirve al hombre para someter la debilidad de sus instintos sexuales y luchar contra las supuestas tentaciones hechiceras de las mujeres. Las palabras de Lacoste-Dujardin son harto elocuentes: "De la mujer depende el futuro(...). Es importante someterla a la ley social. En caso contrario, las mujeres se abandonarían a sus inclinaciones individuales y, por consiguiente, asociales, provocando, desorden, anarquía y hasta negación de este poder de fecundidad que poseen: la esterilidad" (LACOSTE-DUJARDIN, 1993:174).


Continuaremos este articulo en próximas entradas.

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