Articulo publicado en: WebIslam
Mujer egipcia durante una protesta. |
Consideremos a las mujeres árabes. La imagen predominante es de una mujer pasiva, exótica y cubierta por un velo que reacciona a los hechos en lugar de participar activamente en ellos. Es un objeto impersonal de estereotipos comunales que sostienen prejuicios culturales.
En realidad, las sociedades árabes están comprometidas en un proceso de cambio inmenso e irreversible en el que las mujeres desempeñan un papel crucial. Durante los últimos 50 años, una intensa urbanización y feminización de la fuerza laboral en todos los países árabes ha impulsado a las mujeres a la esfera pública a escala masiva.
Durante este período, las diferencias en los niveles de escolaridad entre niños y niñas se han atenuado en todas partes -aunque a diferentes velocidades-. Por cierto, en muchos países árabes, hoy hay más niñas que niños cursando la educación secundaria y superior, lo que demuestra que los padres consideran la educación de sus hijas tan importante como la de sus hijos. Y todas las encuestas muestran que los jóvenes, hombres y mujeres, quieren estudiar y tener un empleo antes de casarse. (Es más, cada vez más quieren elegir a su propia pareja).
Al mismo tiempo, los cambios demográficos, junto con los factores sociales y económicos que afectan la educación y el trabajo, están provocando una profunda transformación en el modelo tradicional de familia árabe. Una edad mayor para el matrimonio y una fertilidad en descenso -resultado directo de recurrir cada vez más a la anticoncepción artificial- están reduciendo el tamaño de la familia a algo mucho más cercano a las “familias nucleares” de Occidente. La región de Magreb puede liderar en este sentido, pero el fenómeno se observa en todo el mundo árabe, aún en los estados conservadores más rígidos.
Este nuevo modelo de familia ha cobrado tanta fuerza que también se está imponiendo en la sociedad rural, donde el deterioro de la economía agraria está acompañado por una fuerte tendencia hacia familias más pequeñas. Esta transformación se produce a velocidades ligeramente diferentes en todo el mundo árabe, pero a menudo sucede de manera simultánea en la ciudad y en el campo.
No sorprende que estos cambios hayan derivado en una redistribución del poder entre la gente mayor y los jóvenes -y entre los hombres y las mujeres-. Hoy estamos presenciando un debilitamiento progresivo del patriarcado, reforzado por el cambio de familias tradicionales a familias más nucleares.
Por supuesto, estos cambios no marcan un quiebre pronunciado con el pasado. Todo cambio refleja compromisos locales con la tradición y con las leyes patriarcales, y diferentes niveles de ajuste entre los antiguos y los nuevos modos de vida. Las transformaciones, no obstante, son notablemente más débiles y más complejas en países como Palestina e Irak, debido a los graves conflictos por los que han pasado.
La dinámica de cambio en las sociedades árabes rara vez está acompañada por una transformación del sistema político. La mayoría de los estados se resisten a transferir los procesos de transformación social a su marco legal. Temen, con razón, que ampliar las libertades y desarrollar una autonomía individual dentro de la familia -y así debilitar la autoridad patriarcal- pueda llevar a un cuestionamiento en el terreno público de la base ideológica del poder estatal.
El resultado es una invocación generalizada por parte de los gobiernos de normas religiosas, y en menor medida referencias a la tradición, para legitimar la continuación del régimen patriarcal. El “feminismo estatal” generalmente es más una manifestación de simbolismo retórico o político, que tiene que ver principalmente con proyectar una imagen progresista a nivel internacional, que un verdadero motor de cambio.
Sin embargo, es indudable que las autoridades políticas de la región, no menos que las propias familias, se verán obligadas a aceptar las inconsistencias del modelo tradicional cuando se trata de la transformación de la condición de las mujeres. Este cambio afectará a muchos otros, y debe ser analizado desde una perspectiva árabe, así como desde afuera de esa perspectiva.
Esto es particularmente necesario porque la situación de las mujeres es uno de los principales puntos de referencia que el mundo exterior, y particularmente Occidente, utiliza para evaluar al mundo árabe. Y, desafortunadamente, estas evaluaciones tienden a centrarse en la supuesta resistencia al cambio que deriva de las normas islámicas, lo que oscurece el conocimiento de las verdaderas transformaciones que se están produciendo.
Por cierto, la visión predominante de las sociedades árabes suele sofocar la capacidad del mundo exterior de eludir su creencia de que el Islam confina a todas las mujeres árabes de la misma manera, cuando en realidad experimentan condiciones muy diferentes. Esto impide que muchos vean, y mucho menos evalúen, los cambios profundos que tienen lugar en las sociedades árabes -y cómo las mujeres están impulsando esos cambios-. Así, Occidente corre el riesgo de privarse de una clave importante para entender el mundo árabe hoy, y cómo será mañana.
Gema Martín-Muñoz es directora general de Casa Árabe y profesora de Sociología del Mundo Árabe e Islámico de la Universidad Autónoma de Madrid.
Mapa con la situación general de las mujeres en los países árabes. Fuente www.yodona.com |
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