Damos ahora un extracto de lo publicado en su día en una entrada anterior Los musulmanes en el País Vasco: Perfil religioso, actitudes y creencias por el profesor de la Universidad de Deusto en Psicología Transcultural "Hithem Abdulhaleem" que nos parece adecuado traer a colación aquí debido a que el termino fundamentalismo, integrismo e islamismos suelen ser utilizados con mucha frecuencia por los medios de comunicación y en el lenguaje común sin tener en cuenta sus equivalentes y significado en árabe dentro de la tradición islámica.
Todo lo que nos cuenta ese estudio sobre el tema es muy recomendable de leer pero ya sabéis que si se quiere resaltar algo en la edición de un blog lo mejor que se puede hacer es sacar algunas cosas concretas y elaborarlas en una entrada. Por lo tanto nos parece que no ser la última de las cosas que saquemos aquí sobre el tema basándonos en este estudio.
En lengua árabe, la palabra Usuliyya es la equivalente al término inglés fundamentalism, sus acepciones y el ámbito en el que se emplea son, sin embargo, ampliamente distintos a los que se desarrollaron en el mundo occidental. Esta voz árabe —que viene de la raíz Asl, que significa, a su vez, fundamento, origen o raíz— existe como concepto vinculado al legado de la cultura islámica desde el siglo II de la Hégira (siglo VIII de la era cristiana) y era, y sigue siendo bastante conocida sobre todo por los eruditos y jurisconsultos musulmanes que se dedican a la Élm al-Usul, la «Ciencia de los Fundamentos». Estos sabios vienen a ser llamados Usuliyyin, es decir, los que tienen conocimiento y dominio de los fundamentos de la religión y que, ante las situaciones novedosas que surgen en la sociedad musulmana y requieren una respuesta coherente con el verdadero mensaje coránico, se sirven de ese bagaje filológico, teológico o histórico para, por un lado, refinar su comprensión del Islam y, por otro, extraer y determinar el veredicto de la religión al respecto.
En este sentido, cabría preguntarse: ¿Quién puede garantizar que el conocimiento de estos eruditos se haya desarrollado conforme a los fundamentos? ¿Qué mecanismos y formación utilizan para adquirir su saber religioso y dictaminar juicios de envergadura, sobre todo cuando no encuentran textos expresamente enunciados en el Corán y la Sunna? Lo que puede marcar la distancia entre los fundamentalistas, en el sentido occidental de la palabra, y los Usuliyyin estriba en la metodología que emplean éstos y en el propósito de la labor que ejercen. Así pues, su metodología se basa en un marco teórico y legal de reflexión y de razonamiento que, si los legisladores tienen voluntad suficiente de utilizarlos debidamente —puesto que hay que reconocer que no siempre han tenido esa voluntad—, serían capaces de aportar un carácter abierto y flexible a la interpretación de la Escritura. Nos referimos a procedimientos tales como al-Raí (opinar), al-Qiyas (la analogía), al-Iymaa (el consenso). Por otro lado, según la Élm al-Usul, el objetivo final de los Usuliyyin no es limitarse a imitar ciegamente a los antepasados, sino desarrollar y adaptar el conjunto de las leyes islámicas a las condiciones de la vida actual.
Así, cuando se habla de fundamentalismo en general, hay que subrayar que los fundamentos, las experiencias del pasado, son algo sustancial para los pueblos, las familias y los individuos. En cierto modo, todos somos «fundamentalistas», en tanto y en cuanto miremos hacia el pasado para servirnos de sus lecciones. El problema surge cuando nos anclamos firmemente allí y evocamos este pasado no como un instrumento de aprendizaje, sino como un conjunto de instrucciones y normas inmutables que aplicamos de manera intransigente en todos los aspectos de la vida presente. En este caso, el valor supremo no sería el ser humano, sus necesidades, su habilidad y sutileza, su capacidad de pensar y de restaurar, sino la historia en sí, tal y como fue concebida y configurada por los personajes protagonistas de tiempos anteriores.
Así, cuando se habla de fundamentalismo en general, hay que subrayar que los fundamentos, las experiencias del pasado, son algo sustancial para los pueblos, las familias y los individuos. En cierto modo, todos somos «fundamentalistas», en tanto y en cuanto miremos hacia el pasado para servirnos de sus lecciones. El problema surge cuando nos anclamos firmemente allí y evocamos este pasado no como un instrumento de aprendizaje, sino como un conjunto de instrucciones y normas inmutables que aplicamos de manera intransigente en todos los aspectos de la vida presente. En este caso, el valor supremo no sería el ser humano, sus necesidades, su habilidad y sutileza, su capacidad de pensar y de restaurar, sino la historia en sí, tal y como fue concebida y configurada por los personajes protagonistas de tiempos anteriores.
Esto es, para una persona fundamentalista, que se desvincula del presente y se encadena al pasado, la religión deja de ser una estructura compuesta por numerosos y muy variados elementos, tanto metafísicos como seculares (creencias religiosas, prácticas rituales, transacciones y tratos sociales, etc.), que a pesar de ser elementos relacionados e interdependientes, están regidos en virtud de una dialéctica y unos principios bien distintos. En este caso, la religión pasa a ser un bloque de dogmas inmatizables, de modo que el razonamiento que se aplica a las creencias religiosas sería el mismo que se aplica al resto de los elementos —como las transacciones diarias— que componen esa religión. En consecuencia, todos los aspectos de la vida se estancan y se convierten en
sistemas inmóviles.
sistemas inmóviles.
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