Entrevista a Zainab Anuar
Ni las amenazas, ni los insultos han borrado la sonrisa de Zainá Anuar. Tiene 57 años y lleva más de 20 empeñada en adaptar el islam a los tiempos actuales; en devolver al Corán el “carácter vanguardista” que tuvo cuando fue redactado en el siglo VII.
Fundadora en 1987 de Sisters in Islam —una ONG de Malasia que lucha contra los extremistas y los conservadores, contra su Gobierno y contra las instituciones por la defensa de la igualdad, la libertad y la dignidad de la mujer musulmana—, Zainá, que se define como “feminista y creyente”, afirma que “la mujer lidera el cambio imparable que se vive en las sociedades islámicas”. Sisters in Islam recibió anoche en Barcelona el premio Casa Asia por su labor en defensa de los derechos de las musulmanas.
Georgina Higueras ¿Qué opina del anuncio del nuevo líder de Libia de que levantará las restricciones a la poligamia impuestas por el régimen de Gadafi?
— Zainab Anuar. Es muy triste que después de una revolución quieran restablecer la poligamia. El reto que ahora enfrentan las árabes es el intento de que los cambios democráticos no se apliquen a las mujeres, pero ellas no permitirán quedarse fuera de la primavera árabe. Las mujeres reivindican sus derechos desde una realidad que ha llevado a muchas a formar parte del mercado laboral y a ser las que mantienen el hogar. Ya no son aquellas de los tiempos del profeta cuya vida se limitaba a la casa.
Pero, ¿pueden dejarlas atrás?
— Uno de los mayores éxitos de la primavera árabe es que psicológicamente ha roto al miedo. Han hecho oír sus voces y ya no se apagarán. El fracaso de la revolución islámica iraní ha enseñado muchas lecciones. Las árabes no aceptarán más repúblicas islámicas.
¿No cree que los mulás pueden secuestrar la revolución como hicieron los ayatolás en Irán?
— Ese tiempo ha pasado. La sociedad civil no lo permitiría. La primavera árabe ha logrado abrir el espacio público y el sentimiento de poder del pueblo. Sus voces han derribado dictaduras asentadas durante décadas.
Pero, hay muchos extremistas…
— En una democracia salen a la luz los extremistas y también los moderados. Sin democracia no hay cambios. El extremismo no es religioso sino cultural. La religión domina la escena política cuando los gobiernos fracasan en mejorar la vida de sus ciudadanos y en crear un espacio público de debate. El autoritarismo y la falta de desarrollo convierten a la religión en la voz contra la injusticia.
¿Cree que la religión ampara a los pobres?
— Asistimos a la transición de la sociedad rural a la urbana, lo cual hace que mucha gente se sienta perdida y se acoja a la seguridad que brindan los rígidos principios de la ortodoxia, que fomentan unos hombres que viven desconectados de la realidad. Ellos se han arrogado la capacidad de interpretar el Corán, pero lo hacen paralizados en el tiempo, sin tener en cuenta los cambios operados en estos 14 siglos.
¿La mujer puede interpretar el Corán?
— A eso se dedica Sisters in Islam desde su fundación: a promover el conocimiento de un islam que reconoce los principios de justicia, igualdad, libertad y dignidad. Es una lucha dura, pero cada vez que arremeten contra nosotras ganamos más espacio a nivel global.
¿Se beneficia de la represión?
— La utilizamos. Así, cuando el Gobierno malasio prohibió nuestro último libro, Extremismo islámico y su impacto en el derecho de las mujeres, llevamos al Gobierno a los tribunales. El pasado enero ganamos el juicio, pero lo más importante ha sido el eco que todo esto ha tenido en la sociedad a nivel local y global. Ahora nos planteamos nuevos retos legales contra la discriminación de las musulmanas en Malasia La ley reconoce la igualdad de derechos de las mujeres de las minorías china e hindú, pero no los de la mayoría malaya debido a su religión islámica.
¿Cómo nació Sisters in Islam?
— Los políticos no tienen coraje para hacer frente a la opinión pública. Somos la voz de la resistencia frente a unos hombres que interpretan el Corán y la Sharía de forma discriminatoria e injusta para las mujeres. Comenzamos la lucha escribiendo en los periódicos y recurriendo a los medios de comunicación.
¿Las sociedades islámicas están abiertas al cambio?
— El cambio nos toca hacerlo a nosotras. Hay consenso entre las mujeres de que nuestro momento ha llegado. No queremos ser las parias del mundo. Se ha roto el monopolio de interpretación de lo divino. Se acabó el aceptar la poligamia y el maltrato como nuestra obligación de sumisión al marido.
¿No teme a los extremistas?
— No. En Malasia no hay una tradición violenta. Me insultan, me envían correos amenazantes, pornografía… pero no temo por mi vida. Los extremistas son hombres que ante su incapacidad de adaptación a la realidad recurren a un lenguaje desesperado. Los tomo como nuevas oportunidades de cambio y un nuevo impulso a nuestro empeño en crear una alternativa de igualdad que rete al extremismo.
¿Esta orgullosa de lo que hace?
— Sí, he conseguido demostrar que los valores de igualdad, justicia, dignidad… no son occidentales, sino que están enraizados en el islam. Ahora tenemos las herramientas y el conocimiento para extenderlos entre los cientos de millones de musulmanas.
¿Qué opina su familia de sus ideas?
— Mi familia siempre me apoyó. Mi madre, pese a ser ama de casa, siempre nos dijo que teníamos que ser independientes y ganar nuestro dinero para no depender de un hombre.
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