viernes, 6 de febrero de 2015

Día Internacional de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina






“Una minoría ha tomado al islam como rehén”


Abderrahmane Sissako, retratado en el pasado festival de Cannes. / B. L. (AFP)


Dos secuencias resumen el espíritu de Timbuktu, la película candidata al Oscar al mejor filme de habla no inglesa con la que el realizador mauritano Abderrahmane Sissako (Kiffa, Mauritania, 1961) retrata la brutalidad y el absurdo del yihadismo. En una de ellas, un grupo de jóvenes juega al fútbol, pero sin balón, en un desafío a la prohibición de cualquier deporte por parte de los fanáticos. En otra, una mujer se enfrenta a los tipos del Kalashnikov porque se niega a ponerse guantes: ha aceptado a regañadientes la obligación de cubrirse el cuerpo totalmente pero ni quiere, ni sobre todo puede, ponerse los guantes negros porque es pescadera y sencillamente no podría trabajar. La primera de ellas habla de la inteligencia y la solidaridad frente al absurdo de los fanáticos; en la segunda describe cómo la violencia que imponen los fanáticos se cuela en todos los aspectos de la vida, haciendo al final imposible la supervivencia. 

Timbuktu, que se estrena hoy en España, relata la ocupación de una ciudad maliense por parte de los yihadistas. Sissako sintió la necesidad de rodar esta historia, aunque no pudo hacerlo en la mítica Tombuctú por motivos de seguridad, cuando leyó en la prensa una historia terrible: una pareja había sido lapidada por los yihadistas que ocuparon el norte de Mali en 2012, acusada de mantener relaciones sin estar casados. El hecho de que tuviesen dos hijos no frenó a los mismos fanáticos que en Siria, Irak o Nigeria queman vivos a prisioneros de guerra, degüellan periodistas, tiran desde edificios a homosexuales, venden mujeres como esclavas y someten a la población civil a todo tipo de tormentos y prohibiciones. 

El filme ha provocado polémicas de diferente signo: después de la oleada de terrorismo que se abatió sobre Francia en enero, el alcalde de un suburbio de París, Villiers-sur-Marne, logró prohibir temporalmente su estreno porque consideraba que humanizaba a los yihadistas, mientras que un festival de cine de Tournai, en la zona valona de Bélgica, canceló su proyección por el riesgo de que se produjese un atentado. Sin embargo, la película de Sissako, un clásico del cine africano habitual de los festivales internacionales autor de filmes como Bamako o Esperando la felicidad, ha sido reconocida por la crítica francesa y estadounidense como una denuncia del fanatismo y una celebración de la tolerancia y la vida frente a la violencia. El Ministerio de Cultura francés incluso quiere que se muestre en las escuelas como vacuna contra el yihadismo. La entrevista con Sissako tuvo lugar el miércoles, por teléfono. El realizador se encuentra en Los Ángeles en plena campaña de su filme para los Oscar, que se celebran el 22 de febrero. 

Pregunta. Su película ha sido acusada de humanizar a los yihadistas. ¿Cómo responde a ello? 

Respuesta. No lo veo como una acusación sino como una constatación de alguna gente que no tiene la costumbre de contemplar así la violencia, la barbarie. Estamos acostumbrados a mirar el mundo como si estuviese dividido entre buenos y malos. La razón por la que hice esta película es rechazar la violencia y la barbarie, pero eso no debe impedirnos mostrar a esa gente. Son personas que han tenido una infancia, que han sido normales, pero que luego han cambiado y esa transformación les ha llevado a la yihad pero también podía haberles llevado a cualquier otra forma de criminalidad. Los yihadistas también son normales en cierto sentido. Todo hombre, incluso un bárbaro como ellos, tiene capacidad de remordimientos. El arte tiene que mostrar las cosas. 

Pregunta. Su película muestra cómo gente normal se enfrenta al absurdo de la violencia yihadista, que se cuela en todos los aspectos de la vida, como la mujer en el mercado que dice que no puede llevar guantes porque vende pescado. ¿Es su filme un alegato en defensa de las víctimas de esa locura? 

Respuesta. Sin duda. Los fanáticos siempre piensan que van a ganar, pero son unos cobardes. Esta mujer no duda en enfrentarse a cuatro hombres con Kalashnikov, son siempre hombres armados frente a personas indefensas, como ocurre con la pareja que es lapidada. Es algo terrorífico, pero no creo que la humanidad sea eso, más bien todo lo contrario. Es absurdo que traten de prohibir la música porque todos tenemos música dentro de nosotros. Cuando uno de los jefes yihadistas fuma pese a haberlo prohibido a la población, quiero mostrar la hipocresía, pero también algo humano, quizás remordimientos ante lo que está haciendo porque se fuma un pitillo después de una flagelación y de la lapidación. Quizás se está haciendo preguntas. 

Pregunta. ¿Por qué cree que la yihad más brutal tiene tanta fuerza en tantos lugares diferentes, desde Nigeria hasta Mali, Irak o Siria? 

Respuesta. Es cierto que vivimos en un mundo horrible que necesita una toma de conciencia global y muy fuerte. Su objetivo es hacerse con el control de grandes territorios. ¿Cómo podemos evitar eso? Imagine que la vida en Madrid se hubiese parado después de los atentados del 11 de marzo: hay que luchar contra todo eso con los medios que tengamos a nuestro alcance, impedirlo. Pero es verdad que está pasando algo excepcional: Mali, Siria, Irak Boko Haram... La yihad es muy fuerte. También tenemos que preguntarnos cómo es posible que ocurra todo eso, porque ninguno de los países afectados fabrica armas. 

Pregunta. Una de las secuencias más celebradas de su filme muestra a los chavales jugando al fútbol pero sin balón para esquivar la prohibición. ¿Cómo se le ocurrió ese momento?




Respuesta. El fútbol tiene algo de universal y, además, a diferencia del tenis, se puede jugar en cualquier lado, no hace falta un terreno específico. Es extremadamente popular y su fuerza viene de que se produce una comunión entre la gente. Me sirvo de esa secuencia para mostrar la cohesión, la armonía en la resistencia. Habla de la resistencia pacífica, de la verdadera victoria. 

Pregunta. También muestra a un imán que echa a los yihadistas de su mezquita. ¿Trata de mostrar con ese personaje que también existe un islam tolerante? 

Respuesta. Le daría la vuelta a su pregunta. Toda religión debe de ser así, toda religión debe estar al servicio de la humanidad, de la concordia, de la tolerancia. En el caso del islam, una minoría la tiene tomada como rehén, nadie nace con una barba y un kalashnikov. El imán representa los principios del Islam en los he sido educado, los valores que simboliza Tombuctú que también son universales. 

Pregunta. ¿Se siente usted amenazado después del éxito que ha alcanzado su película? 

Respuesta. Es una pregunta difícil. Prefiero no sentirme amenazado. 

Pregunta. Usted rodó en el pasado una película sobre la inmigración desde África. ¿Cree que Europa es totalmente consciente del drama que está ocurriendo en sus puertas, en el Mediterráneo? 

Respuesta. Europa debería haber comprendido hace tiempo que la única solución es compartir su riqueza con África, no hablo de cooperación, sino de compartir. Eso es mucho mejor que dejar un continente a la deriva. No digo que toda la culpa sea de Europa, en absoluto, pero no creo que construir una barrera física sea una solución. Me parece una elección retrógrada. 

Pregunta. En su filme hay momentos de humor en mitad de la tragedia. ¿Cree que el humor es importante para narrar una historia? 

Respuesta. El humor es comunicación, es un elemento esencial para contar las cosas. El humor debe ser utilizado como un elemento narrativo porque una película no trata de alcanzar la verdad, no es una declaración, es otra cosa. Debe tomar distancia para permitir que sea el espectador el que escoja. Es un elemento más, como los movimientos de la cámara, la música, todo eso forma parte del diálogo con el público. 

Vida de un cineasta 
  • Abderrahmane Sissako nació el 13 de octubre de 1961 en Kiffa (Mauritania). 
  • Su familia se muda a Malí, donde él cursa primaria y secundaria. 
  • En 1989, filma su primer cortometraje, Le Jeu, de 23 minutos. 
  • En 1990, se traslada a Francia y cuatro años después gana el premio al mejor cortometraje en el Festival de Cine Africano de Milán, por Octubre. En 1999, ese mismo certamen le otorga el premio al mejor filme por La vida en la tierra, su primer largometraje. 
  • Sus siguientes largos le reportan el éxito internacional: Esperando la Felicidad (2002) y Bamako (2006). 
  • Timbuktu compite por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.






Autor del artículo: Guillermo Altares
Publicado en: El País

martes, 3 de febrero de 2015

Muertos musulmanes en busca de tumba



El imán Mohamed Bernaui, posa ante las tumbas de musulmanes del cementerio de Griñón, cerca de Madrid.
 LUIS SEVILLANO


Las manos chatas de Mohamed Riani han enterrado a cientos de cadáveres en el cementerio de Griñón, cercano a Madrid. Aquí, bajo una espesa maleza, descansan los cuerpos que Riani ha sepultado mirando a La Meca, recostados a la derecha y envueltos en paños blancos, pegados a la tierra como manda el rito islámico. Damasco, Jerusalén, Teherán… Las lápidas con caligrafía árabe desvelan el origen de los fallecidos. 

Griñón es el único cementerio islámico de Madrid, la comunidad autónoma con mayor número de musulmanes, 200.000. Pero es también el lugar en el que los musulmanes de toda España han enterrado durante años a sus muertos, porque aquí se podía sepultar sin ataúd, como ordena el Corán y a precio de saldo. Cuando el cementerio pasó a manos del Ayuntamiento el pasado octubre, aplicó la ley de sanidad mortuoria de Madrid, que obliga a enterrar con féretro y a pagar tarifas fijas, sublevó a la comunidad musulmana, que exige entierros que respeten su rito, como se comprometió el Estado en los acuerdos de cooperación hace 20 años. 

Los vaivenes del conflicto de Griñón han resultado ser una buena ilustración de la ignorancia y la desconfianza mutua que gobiernan las relaciones entre la Administración y los musulmanes en España. Atestiguan también la creciente asertividad de los jóvenes musulmanes, más dispuestos que sus padres a pelear por los derechos que el Estado les reconoce. La indignación de Hicham Oulad, secretario general de los Jóvenes Musulmanes de España es un buen ejemplo. “Igual que tenemos derecho a una vivienda, lo tenemos a un lugar digno para enterrar a nuestros seres queridos. Formamos parte de la historia más profunda de España”. El abuelo y el bisabuelo de Oulad lucharon en la Guerra Civil. Él se siente tan ciudadano español como cualquier otro. “A los musulmanes se nos considera ajenos a este país. No mendigamos. Exigimos nuestros derechos y el cumplimiento de los acuerdos del Estado con nuestra confesión”. 

En España hay 22 cementerios con un espacio reservado para el culto musulmán. Ocho de ellos están en Andalucía, la única comunidad que permite enterrar sin ataúd. Hasta ahora, también se hacía de forma oficiosa en Griñón, donde descansan los caídos de la Guardia Mora de Franco y a donde llegaban cadáveres del centro y norte del país. Cantabria, Galicia, Asturias, Castilla y León (salvo el de Burgos), Castilla La Mancha y Extremadura carecen de cementerio musulmán. En el resto del país se entierra con ataúd y se buscan soluciones como introducir tierra en la caja o hacer un agujero en la madera que indique que el cuerpo está en contacto con la tierra. Los precios de los enterramientos varían enormemente según el lugar. 

La concesión del cementerio al Ayuntamiento de Griñón por parte del Ministerio de Defensa supuso el inicio del fin de 17 años de anarquía funeraria. El Consistorio cerró el camposanto de forma abrupta pero temporal en octubre, para regularizarlo. Cuatro cadáveres y dos fetos se quedaron atascados en el refrigerador de la funeraria de la mezquita de la M-30 de Madrid. Se recolectó dinero en las mezquitas para poder repatriar los cuerpos. Después corrió el bulo de que iban a abrir las fosas y sacar a los muertos. El conflicto estalló. “Vivos o muertos tenemos derechos”. “No hay ni dónde caerse muerto”, se leía en las pancartas que encabezaban la manifestación con la que, a finales del año pasado, se topó la alcaldesa de Griñón, María Antonia Díaz, a las puertas del Ayuntamiento. Se abrió una petición en Change.org, acudió la cadena Al Yazira y los antidisturbios desembarcaron para poner orden. La movilización amagaba con desbordarse. 

En el pueblo, donde no había habido problemas de convivencia, aparecieron pintadas del tipo “vete a tu país” y en el Ayuntamiento enseguida se dieron cuenta de que había que actuar y rápido. Reabrieron el cementerio y en horas cavaron 22 tumbas. El conflicto, pensaron, estaba encarrilado. “Lo vamos a dejar precioso. Con una placita, un olivo. Vamos a quitar toda esta maleza y dejaremos una pradera de césped. Defensa construirá un monumento a los caídos en la Guerra Civil”, detalla la alcaldesa, quien insiste en que “queremos que el cementerio sea un referente para todo el centro de España”. El problema de fondo es que la alcaldía y los usuarios del cementerio hablan lenguajes distintos. A la comunidad musulmana lo que menos le preocupa son las malas hierbas. 

El acuerdo de cooperación del Estado de 1992 establece que “se adoptarán las medidas oportunas para la observancia de las reglas tradicionales islámicas, relativas a inhumaciones, sepulturas y ritos funerarios”. Además del ataúd, a los musulmanes les preocupan las paredes de hormigón que revisten las tumbas provisionales y que ejercen de barrera entre el fallecido y la tierra. “No nos pueden enterrar como a los demás”, sostiene Mounir Benjelloun, presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, que negocia en el conflicto de Griñón y que destaca el espíritu de colaboración del Ayuntamiento y del resto de autoridades implicadas. 

El precio que ha fijado el Ayuntamiento para los entierros a partir de ahora se ha convertido en un obstáculo añadido para sus usuarios. Hasta ahora, las familias le daban a Riani 50 o 100 euros y se olvidaban. Ahora, la tarifa provisional del municipio son 1.960 euros, además de otros 1.500 de la funeraria. A los 10 años, se renegocia la cesión de la parcela. Con estos precios, a muchos musulmanes les sale casi más barato repatriar a sus seres queridos. Otros, tienen seguros de repatriación contratados con bancos para enviar los cuerpos de sus familiares a Marruecos, por ejemplo. “Siempre ha habido gente que prefería enterrar en Marruecos, pero ahora les sale más barato que enterrarlos aquí”, explica Mohamed El Hichou, presidente de la mezquita Al Sunna de Fuenlabrada. 

Fernando Arias, director de la fundación Pluralismo y Convivencia, dependiente del Ministerio de Justicia y parte en la negociación de Griñón, apunta que “si defendemos un Estado en el que todos tengan los mismos derechos, todos tienen que pagar lo mismo”. El problema, matiza, es que en España “debería haber más cementerios musulmanes, para que tuvieran más elección como los demás ciudadanos”. Cree además que ampliar la oferta resulta crucial. “En 10 años, los nacidos aquí no van a querer repatriar los cuerpos de sus padres y habrá muchos más entierros”. Lo cierto es que las autoridades han de darse prisa. Las 22 tumbas provisionales (seis ya están llenas) no durarán ni dos meses al ritmo actual (180 personas al año). 

Sin prisas, Riani apura un bocadillo de calamares en la cafetería del tanatorio de la M-40. Viene de lavar el cadáver de un recién nacido. En tres días, el pequeño Abdel volará hasta Marruecos, para recibir sepultura. A su padre le aconsejaron que no le llevara a Griñón. Dentro de 10 años lo tendría que desenterrar e iría a una fosa común, le advirtieron. Mejor en Marruecos, pensó. 

En contacto con la tierra 

El entierro sin ataúd en el rito musulmán nace de la interpretación del versículo 55 del capítulo 20 del Corán: “De ella [la tierra] os hemos creado, a ella os devolveremos, y de ella os haremos surgir de nuevo”. Este precepto es contrario a la ley de sanidad mortuoria de la Comunidad de Madrid, que obliga a enterrar con ataúd. Inés Bermejo, concejala de Sanidad de Griñón, explica que enterrarán sin ataúd el día que cambie la ley, pero que mientras, deben cumplirla. “Queremos respetar sus ritos, pero es cierto que ellos enterraban sin ataúd y Sanidad ahora se lo exige”. 

Representantes musulmanes piden una modificación de la ley como la que se hizo en Andalucía. Esa norma establece en su artículo 21.4 que “en aquellos casos en que, por razones de confesionalidad, así se solicite y se autorice por el Ayuntamiento, siempre que no se trate de cadáveres incluidos en el Grupo 2 del artículo 4 de este Reglamento [fallecidos que presenten un riesgo sanitario], podrá eximirse del uso de féretro para enterramiento”. Un portavoz de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid descarta una reforma legal a la andaluza. "No vamos a acometer un cambio legislativo hasta que cambie la legislación a nivel nacional. No vamos a cambiar nada unilateralmente".


No es un gran mapa pero buscando por internet he encontrado este sobre la distribución de los cementerios musulmanes en España. Resaltar que en verde se nos muestran los cementerios para las tropas musulmanas que participaron en la Guerra Civil algunos de los cuales no están ahora en activo para nuevos enterramientos.






Autora del artículo: Ana Carbajosa
Publicado en: El País